Aló, aló, hay un muerto en mi casa

ALÓ, ALÓ, HAY UN MUERTO EN MI CASA

 

Estoy contento con la llegada de mi madre.  Hace muchos años no nos veíamos y ahora hablamos de su viaje y de nuestras vidas separadas, entre perfumes y regalos que me ha traído desde lejos.  Al fin y al cabo es mi madre a pesar de todo lo sucedido.  Le hago la comida y preparo la chimenea para nuestras veladas tardías.  Hay mucho que hablar.  Hoy amaneció con tos y fiebre.  Vinieron médicos y resultó positiva para el virus.  Yo negativo.  Nos dieron con mensajes de tranquilidad, las instrucciones de cuidado y confinamiento y la he instalado en el cuarto contiguo.  Llevo una semana de cuidados y  mimos, pero su salud continúa empeorándose.  Hablamos un poco de la vida, pero lo fundamental lo dejamos para luego.

 

Amanece y mi madre ha muerto. Estoy devastado y le pido perdón por nuestro alejamiento. Llamo a las autoridades y nadie puede venir a recoger el cuerpo a causa de la cantidad de muertos en la ciudad.  La cubro con las mejores sábanas, la rodeó de flores y hablo con ella de mi vida en pleno recogimiento.

 

Llevo dos días y con desespero, no logro que vengan por el cadáver de mi madre.  Me acuerdo de sus caricias, pero también de su abandono.  Ya huele mal y le riego alcohol a las sábanas y un ambientador para el cuarto.  Ella sigue quieta sobre la cama como si nada, como una extraña para mí después de tanto tiempo, sin arrepentimiento alguno.  No me canso de llamar y ya nadie responde.  Es el cuarto día, ella sigue ahí como una giganta que oscurece y es insoportable el ambiente.

 

-Sí, tú nos abandonaste a nosotros y a mi padre.  Nos quedamos sin trapecistas y se acabaron las funciones.  En adelante la ruina.  Pobre padre, lo mataron tus recuerdos y el alcohol.

 

En medio de la incertidumbre, deposito bolsas de hielo sobre la cama, pepitas de alcanfor y limpiador para pisos.

 

-El dejarnos solos, sin explicación, asombrados; nunca te lo he perdonado.  Lo mejor ha sido el distanciamiento.  ¡No sé por qué volviste!

 

Pasan los días y la verdad, ya no sé qué hacer con ese cadáver. 


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