TAPABOCAS Ya la palabra estaba herida de muerte, habÃa perdido su fuerza y su potencia para recrear, definir y consolidar las relaciones, los objetos, los deseos. Con la permanencia del virus en la vida humana, el tapabocas era ya parte de su rostro y la gente apenas musitaba una pálida palabra detrás de esa gasa lapidaria. Junto con la palabra, se extinguÃan los gestos, los besos, las expresiones de la vida, los dolores y la mueca de la muerte. Solo quedaban los ojos, que solitarios y sin el apoyo de la boca, la nariz y el mentón, hacÃan todos los esfuerzos pero no lograban una expresión sólida y bella. Poco a poco, la gente se habituaba al sellamiento de su palabra y en vez de ello, daba vida al tapabocas. En este aditamento, que ya era parte de su cuerpo, se pintaban los principales sentimientos de una persona, ya sea de tristeza, alegrÃa o de llanto. Se expresaban los inconformismos en una suerte de pequeñas vallas y el proselitismo polÃtico, en tiempos de campaña. Se convi
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